El Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Diego Portales presenta el primer informe del panel cualitativo INFOCUS ICSO-UDP, una iniciativa conjunta con el Magíster en Métodos para la Investigación Social (MMIS) y el Observatorio de Desigualdades UDP. Este primer capítulo se titula “Los cuidadores descuidados”, y recoge las voces de mujeres y hombres que, desde su experiencia personal, han enfrentado las exigencias y dilemas del cuidado de adultos mayores.
El estudio se basa en dos sesiones online de focus group con personas de niveles socioeconómicos C2 y C3 de entre 30 y 50 años residentes en la Región Metropolitana. Los grupos fueron seleccionados por su experiencia en el trabajo con público o participación en organizaciones ciudadanas. El trabajo de campo fue realizado entre el 20 y 22 de mayo de 2025 por la empresa Subjetiva, y el proyecto contó con financiamiento del Women’s Equality Center (WEC).
Casi todas las personas han realizado labores de cuidado a personas cercanas. Estas experiencias están marcadas por la carga emocional, la incertidumbre y la ausencia de planificación. En muchos casos, la necesidad de cuidar aparece de forma repentina —una caída, una fractura, un diagnóstico— y genera reordenamientos en la vida laboral y familiar. Cuidar deja huella: modifica vínculos, roles y proyectos personales.
La responsabilidad del cuidado recae principalmente en mujeres, en especial cuando hay diferencias salariales dentro de la familia. Las decisiones suelen tomarse por omisión: porque alguien “tenía más tiempo”, porque estaba sin trabajo, porque era la hija. El cuidado se identifica como una práctica poco valorada social y económicamente, incluso dentro de la familia.
El cuidado deja huellas materiales y emocionales. Se menciona el deterioro de la salud mental de las cuidadoras, la postergación de trayectorias personales y la aparición de conflictos familiares. La conversación sobre el cuidado suele evitarse: hay culpa, tensiones y muchas veces quiebres irreparables entre hermanos.
En general, las cuidadoras asumen esta labor sin apoyo profesional ni redes formales. La capacitación es autodidacta, y el relevo es escaso. Las consecuencias pueden ser graves: tanto para quien cuida como para quien es cuidado.
La decisión de internar a un adulto mayor en una institución especializada solo aparece cuando el deterioro físico o mental es inmanejable, especialmente en casos de Alzheimer o demencia. Sin embargo, esta opción está mediada por el costo económico, el estigma social y la desconfianza en la calidad del trato.
Las personas participantes del panel identifican un vacío institucional, donde “cada uno debe rascarse con sus propias uñas”. Perciben que el Estado se ha desligado del cuidado, traspasando esa responsabilidad a fundaciones privadas o religiosas. La comparación con la Teletón aparece como una crítica recurrente.
Pese a su relevancia cotidiana, el cuidado no aparece como prioridad en la agenda política. No se vincula con pensiones, ni con el debate sobre seguridad social. En contextos electorales, se considera un tema poco atractivo, específico, o “poco rentable en votos”.
Las personas participantes proponen medidas concretas:
Puedes descargar el informe con todos los detalles en el siguiente enlace:
Contacto prensa: Carolina Silva, Periodista Dirección General de Comunicaciones UDP (+56 9 8329 9094)
Vocerías:
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