Claudio Fuentes – CIPER
“La desinstitucionalización comenzó años antes del Estallido Social. Este proceso no logró transformarse en un punto de ruptura y continuó aferrado a lógicas políticas que venían dándose. Se aceleró la fragmentación, se estimuló la polarización y se debilitaron las instituciones en la medida en que no existe un acuerdo básico sobre cómo queremos convivir.
Lo más dramático de todo es que no se avizoran condiciones políticas para realizar los cambios profundos que el sistema requiere: se requiere rediseñar el Poder Judicial para romper con la captura en la que se encuentra, se requiere rediseñar el Poder Legislativo para evitar la intensa fragmentación, y se requiere profesionalizar la administración del Estado a nivel central y local. Estos tres desafíos es imposible resolverlos en el actual escenario político polarizado, fragmentado y marcado por impulsos egoístas.
Lo que aprendimos del ciclo 2019-2024 es que una crisis es una condición necesaria, aunque nunca suficiente para resolver los dos conflictos que nos acompañan por décadas, por redistribución y por reconocimiento. Y si a inicios del siglo XX la crisis social se tardó poco más de 30 años para encontrar un equilibrio; la crisis actual no promete un nuevo equilibrio virtuoso que nos saque de esta progresiva degradación que nos tiene sumidos en la barbarie”.
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