Claudio Fuentes, Macarena Orchard, Gabriel Otero, Lidia Casas y Pedro Valenzuela – CIPER
“El cuidado, como se observa en esta radiografía emocional y social, no es solo una práctica privada aislada: es también un espejo de nuestras tensiones colectivas. Detrás de cada rutina de cuidado hay una trama de afectos, miedos, frustraciones y expectativas que se entrelazan con lo político, lo económico y lo cultural. Lo interesante es que, incluso en medio del cansancio y la sobrecarga, muchas personas encuentran sentido, ternura y una forma de conexión íntima con otros. Pero ese refugio personal no alcanza a contener las desigualdades estructurales que cruzan el cuidado en Chile: género, clase y acceso a apoyo estatal marcan la diferencia entre una experiencia llevadera y otra al borde del colapso.
Y como ocurre cada vez más en nuestro país, estas emociones —a veces silenciosas, a veces más o menos gritadas— también están reordenando las coordenadas políticas. Cuidar, ser cuidado o no tener a quién cuidar, se vuelve una experiencia que organiza las miradas sobre el presente y el futuro. El impacto que este tema tiene en la política pública será cada vez mayor y, por lo mismo, debiera motivar una serie de acciones y debates públicos. Chile se encuentra en una transición demográfica en la que se está engrosando el número de personas mayores que en un futuro cercano requerirán apoyo. Este fenómeno abre discusiones sobre, por ejemplo, la calidad y accesibilidad de las prestaciones de salud para personas mayores, la pertinencia de desarrollar políticas de cuidado para personas autovalentes y que viven solas en sus hogares, la mejora constante de las pensiones para permitir una vida digna, políticas de urbanismo y vivienda para mejorar las condiciones de accesibilidad y seguridad, y el desarrollo de políticas de género para atender la sobrecarga que están experimentando las mujeres al ejercer estas labores.
No es casual que los perfiles identificados aquí se alineen con distintas preferencias presidenciales. Es que las emociones no son lo único que define el voto, pero sí moldean la forma en que votamos. En un contexto donde la ansiedad y la incertidumbre se han vuelto moneda corriente, tal vez el desafío político más urgente no sea solo mejorar las políticas de cuidado, sino entender —de verdad— lo que está en juego cuando hablamos de “cuidar”. ¿Qué candidatura se atreverá a tomar el desafío de interpelar estas emociones?”.
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