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El Covid-19 y el 18-O


Medio:

Mientras los medios de prensa y comunicación tradicionales hacen caja con las crisis nacionales, poniendo en tensión al televidente con el objetivo de dejar exhausta su atención en constantes y generalmente repetitivas “noticias de último minuto”; cuando el coronavirus se ha convertido en la única nueva digna de ser escuchada, los ciudadanos son aterrorizados con permanentes conteos de muerte. Nunca jamás una causa de colapsos vitales ha sido monitoreada minuto a minuto, con tal deleitación macabra e interesada, como si pudiésemos soslayar conflictos recientes y fervientemente olvidados como Siria, con cientos de miles de muertos, las invasiones de Iraq, compuesta de cuerpos mutilados por doquier, o la insidiosa hambruna eterna de las clases que en la India viven en la marginalidad, por sólo poner algunos ejemplos.

Sin duda es un peligroso virus, y es justamente el contexto que genera el que están aprovechando intereses particulares (doctores de la salud pública y privada, capitaneados por su Colegio Médico, y laboratorios farmacéuticos a la cabeza, pero también centros de investigación en biología) para darle un nuevo zarpazo a los presupuestos del sobre-demandado Estado de Chile, y ello quiere hacerse de forma permanente, vigilando al Gobierno en nombre de la ciencia. No obstante, éste comprendió que la co-responsabilización le podría aligerar la construcción mediática de posibles errores futuros, que sin duda vendrán, pues es inevitable que así suceda, al igual que en las vidas individuales.

El Gobierno entendió, pero no al pueblo, sino la oportunidad que el Covid-19 le ofrecía para enterrar las demandas ciudadanas que hasta anteayer atestaban las calles, bajo el lema “Chile despertó”. Trasmutados en viejos silenciosos en lugar de manifestantes maduros reclamando una pensión digna; convertidos en nietos enclaustrados por temor a enfermar a abuelos y seres queridos, dejando para después del descanso reanudar las marchas; alejados de sus puestos de trabajo y convertidos en padres y maestros sin título, los ciudadanos de Chile se guardan hasta próximo aviso, con decreto de toque de queda, consumiendo  televisión y noticias creadas por entes poderosos, con edición de líneas programáticas y contrato de publicidad y personal de urgencias. Noticiarios y medios de prensa variados y grupos de poder médico y científico entraron en una comunión inesperada invitados por un virus callado y para unos pocos letal.

Ni las noticias son con frecuencia verdad, o la más importante, ni las curas son gratuitas. Esta vez esta convalecencia será muy costosa, y lo será tanto para la realidad actual como para los sueños futuros. El Covid-19 infectó e hirió de gravedad al 18-0, poniendo de nuevo a Chile en modo sueño.

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