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Las raíces de la conflictividad y radicalización de la protesta en Chile: lo que sabemos y lo que no


Medio:

Por Mauro Basaure y Alfredo Joignant

Quienes han pasado de largo sobre nuestra obscena desigualdad, no acaban de explicarse el 18/O. Su estallido y su duración les parece cosa de extraterrestres. Este detallado análisis sugiere que desde 2011 Chile registra pocas pero radicales protestas sociales, las que han recibido represión en vez de respuesta. Se trata de un tiempo perdido, donde las demandas han crecido y los actores sociales han mejorado su capacidad de movilización. No se sabe cómo se fortalecieron ni cuánto, pero hoy son fuertes: el viernes 18/O provocaron “la literal desaparición del Estado”, dicen los autores.

El estudio “La protesta Social en América Latina”, realizado por el PNUD (2012), mostró que en los países más desiguales y con menor capacidad institucional para procesar conflictos, hay más protestas sociales en las que se ven involucradas la violencia y enfrentamientos. Quedaba así planteada una inquietante combinación de la que, suponíamos, Chile estaba ajeno, dada la fuerte institucionalización de los partidos políticos tradicionales de quienes se pensaba que aun tenían esa capacidad para procesar conflictos, en un contexto de desigualdad obscena.

Ese estudio del PNUD examinó más de 2.300 protestas sociales en la región mediante el monitoreo de 54 periódicos en 17 países entre octubre de 2009 y septiembre de 2010.

En este periodo Chile marca una excepción, como lo muestra esta gráfica: exhibe un bajo número de conflictos, aunque con altos grados de radicalización, al involucrar violencia y enfrentamientos.

Dada la soledad de Chile que se desprende de este gráfico, es de un verdadero “oasis” (retomando la desafortunada expresión del presidente Piñera) del que estamos hablando, pero de un oasis extraordinariamente contradictorio: ¿cómo explicar el escaso volumen de protestas y, cuando estas estallan, su radicalidad? Hay allí un verdadero enigma de investigación.

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