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Pobreza, matinales y TikTok


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Hoy en América Latina la pandemia del Covid-19 arrecia en los sectores más pobres de las principales ciudades. En Santiago, la atención hospitalaria en el sector Sur-Oriente ha desbordado sus límites, las tasas de contagio en Buenos Aires aumentan sobre todo en las villas, las autoridades metropolitanas de Bogotá tuvieron que cerrar el ingreso a Kennedy -la población más grande de bajos recursos de la capital colombiana-, pues concentra la tercera parte de contagios de la metrópoli. Las condiciones estructurales en estas ciudades son las mismas: poblaciones en hacinamiento, prevalencia de actividades económicas informales, precariedad económica y social. Bajo estas circunstancias, los más vulnerables atraviesan la crisis pandémica.

La situación, como sabemos, empeorará en el futuro próximo. La recesión económica y el concomitante incremento del desempleo van a afectar aún más a los sectores de bajos ingresos. Los porcentajes de pobreza escalarán rápidamente, la desigualdad propia de nuestras sociedades se profundizará y la informalidad se convertirá en un refugio indigno para los más necesitados.

Aunque sin capacidad ni pretensión de resolver definitivamente estos problemas, los gobiernos ensayan sus primeros reflejos para aliviar la situación paupérrima de la base de la pirámide social. La entrega de bonos y el reparto de víveres lucen como respuestas temporales, necesarias aunque cortoplacistas, que seguramente serán materia de abordaje de tecnócratas y especialistas que seguirán las recomendaciones de las multilaterales y de la cooperación internacional, pero que de ninguna manera responderán el problema de fondo: ¿Cómo se representa políticamente la agenda de los pobres?

Representar políticamente a la ciudadanía en general, y a los de menores recursos en particular, requiere vínculos políticos que hoy son escasos. Pocos partidos sudamericanos se encuentran en condiciones de intentarlo: el peronismo en Argentina, el PT en Brasil, el MAS en Bolivia y seguramente el Frente Amplio de Uruguay. Y paramos de contar. Chile solía tener partidos -de izquierda a derecha- que habían afianzado cierto nivel de enraizamiento social que hoy es nostálgico. De un tiempo a esta parte, la izquierda se tecnocratizó y la derecha se farandulizó. La primera sobreanaliza el movimiento social de octubre sin un tino de acción política; la segunda opta por el “atajo cognitivo” del matinal televisivo y del TikTok.

En este contexto, las expectativas recaen en la esfera municipal. Por su propia naturaleza, está más cercana a las demandas ciudadanas. Desde el “estallido social”, los alcaldes han sido quienes más sentido común han mostrado dentro de la clase política. Sin embargo, como ya lo han sostenido varios colegas, hoy la política edilicia pasa cada vez menos por redes partidarias y, por lo tanto, la personalización de la política local juega en desmedro de la política de los partidos nacionales. Pero de ninguna manera el éxito electoral nacional de un alcalde resuelve la falta de representación de los más urgidos por la crisis pandémica.

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