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El auge del hijo único, un fenómeno que toma fuerza en Chile


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Cada vez más chilenos crecen sin hermanos. Las causas son varias, coinciden los especialistas, quienes aseguran que se trata de una generación que plantea sus propios desafíos.
Claudia Anguita cuenta que hace cinco años, cuando tuvo a su primer hijo y había tomado la decisión de no tener más, temía que él fuera el único de sus compañeros de colegio que no tendría hermanos.

‘En cambio, me encontré con que en un curso de 20 niños la mitad es hijo único’, cuenta Claudia, quien vive en Santiago. ‘Y ninguna familia del curso tiene más de dos hijos. Hoy hay un tema importante que es reducir la familia’, agrega.

Las cifras indican que es cada vez más común ser hijo único. Según un estudio realizado por el sociólogo de la Universidad Católica José Olavarría y sobre la base de datos de la encuesta Casen, en 2011 los hogares con un solo hijo ya representaban el 58,4% de los hogares con hijos.

‘He procesado la Casen de 2013 y 2015 y los datos siguen incrementándose’, asegura Olavarría. Según el sociólogo, para el año 2015 este modelo ya representaba el 64,7% de los hogares con hijos en Chile.

La misma tendencia se confirma en los datos del Censo 2017, los que registran que la paridez media -el promedio de hijos que las mujeres han tenido a lo largo de su vida fértil- pasó de 1,6 en 2002 a 1,3 en 2017.

Pero no se trata de un fenómeno demográfico local. En España, por ejemplo, el número de mujeres con un solo hijo aumentó casi 300% desde 1940 y en Nueva York más del 30% de los niños son hijos únicos.

Transformación
Los especialistas consultados apuntan a que se trata de un tema multifactorial. Una causa importante es la caída de los mitos asociados al hijo único, comenta el sociólogo Mauro Basaure, académico de la U. Andrés Bello e investigador del Centro de Estudio de Conflictos y Cohesión Social (Coes).

‘En la medida que hay más hijos únicos, cae el mito de que este sufre y es más problemático. Esa idea ha perdido mucha fuerza’, comenta Basaure. ‘Y por otro lado, se ha derrumbado el mito de que familias más numerosas son más felices, de manera que cae la presión social por tener más hijos. Esas cosas, además, se avalan científicamente. Los estudios muestran que no hay ningún daño en el hijo único e incluso que las parejas sin hijos son más felices porque tienen más tiempo para dedicarse el uno al otro’.

También inciden los cambios asociados a la transformación de la vida de las mujeres, opina Evelyn Arriagada, antropóloga y coordinadora académica de la Escuela de Sociología de la U. Diego Portales.

‘La entrada más masiva de las mujeres a los mercados laborales, así como el aumento en el nivel educacional, ha implicado que la maternidad se postergue o se tenga un solo hijo por privilegiar la carrera profesional’.

Una experiencia que vivió Fiorella Oneto, de 41años, quien tiene un solo hijo.

‘Cuando me sentí preparada para tener el siguiente, toda mi energía estaba puesta en mi carrera y preferí apostar por ella’, comenta.

‘Las amigas de mi generación tienen dos o tres, pero entre las más jóvenes, la mayoría dice que no quiere tener o que prefiere uno’.

En opinión de Arriagada, la falta de políticas públicas que apoyen el proceso de maternidad de las chilenas también estaría impulsando esta tendencia.

‘En Chile, esto también tiene que ver con los costos que implica tener un hijo, es decir, la falta de apoyo estatal que lleva a las mujeres a tomar decisiones’, explica.

‘Cuando uno compara a Chile con países escandinavos, que tienen niveles de inserción laboral femenina más altos, pero una tasa de fecundidad mayor, uno ve que allá hay más políticas estatales para apoyar el proceso de maternidad, como la escolaridad temprana, lo que podría influir’.

El futuro
¿Cómo será el futuro de esta generación que crece sin hermanos? ‘No es posible vislumbrar si el efecto es negativo o positivo’, dice Arriagada.

‘Lo que sí se puede ver es que será diferente y que se podrían configurar distinto las relaciones sociales; probablemente, se vaya a tratar de generaciones con una mirada más individualista’, comenta la antropóloga.

Las psicólogas consultadas coinciden en que no existe evidencia contundente sobre las diferencias en la personalidad de hijos únicos frente a quienes tienen hermanos.

Sin embargo, una serie de estudios sugiere que los primeros tienen desventajas en el aspecto socioemocional. Así lo explica Daniela Aldoney, psicóloga e investigadora del Centro de Apego y Regulación Emocional de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo.

‘Esto se ha visto en estudios en China, con la política del hijo único. Se ha observado que esa generación es más temerosa, se arriesga menos y es más pesimista’, explica. Y agrega: ‘Otros estudios en Estados Unidos han concluido que los profesores evalúan a los hijos únicos con menores habilidades interpersonales’.

Eso sí, la especialista aclara que esto se puede resolver al permitir que los niños sociabilicen de forma temprana con sus pares (ver recuadro).

Lo mismo cree Fernanda Orrego, psicóloga infanto-juvenil y académica de la U. San Sebastián. En su opinión, la personalidad depende más de las herramientas que ofrecen los padres que de la condición de hijo único.

‘Habría que preguntarse cuán expuesto está el niño a entornos grupales y qué valores le ofrecemos. Las preguntas no van por el lado de cuántos hijos tener, sino qué generación queremos formar’, puntualiza Orrego.

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