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Solucionar problemas que no existen


Medio:

El ex ministro Nicolás Eyzaguirre, en conjunto con los académicos Pamela Figueroa y Tomás Jordán, proponen una serie de reformas que incluye desde el reemplazo de la segunda vuelta por una votación realizada en el Congreso para elegir al Presidente de la República, hasta la adopción de un sistema electoral mixto. Las razones que dan para justificarla son que “la experiencia de los últimos gobiernos, y del actual, nos muestra que la relación entre el poder Ejecutivo y el Legislativo está crecientemente trabada y bloqueada”. Lamentablemente, Eyzaguirre et al. hacen esa aseveración sin mirar datos.

Hay pocos ejercicios más inútiles que aquellos que buscan solucionar problemas que no existen. Varias de las propuestas de reformas institucionales que se han planteado en años recientes en Chile —desde el intento del gobierno de la ex Presidenta Michelle Bachelet por promulgar una nueva constitución hasta los repetidos llamados por hacer nuestro sistema político menos presidencialista— se basan en premisas falsas y carecen de evidencia que sustente tanto las bondades de lo que se promete como la evidencia sobre cuáles son los problemas que vendrían a solucionar.

Una evidencia reciente de propuesta de reforma institucional que busca solucionar un problema que no existe es la realizada por el ex ministro de Hacienda de Ricardo Lagos y ministro de Educación, de la Secretaría General de la Presidencia y de Hacienda de Michelle Bachelet, Nicolás Eyzaguirre, en conjunto con los académicos Pamela Figueroa y Tomás JordánLa serie de propuestas que plantean Eyzaguirre et al. incluye desde el remplazo de la segunda vuelta por una votación realizada en el Congreso para elegir al Presidente de la República hasta la adopción de un sistema electoral mixto —con distritos uninominales y otros de representación proporcional por lista cerrada (se vota por partidos y no por candidatos).

Las razones que dan para justificarla son que “la experiencia de los últimos gobiernos, y del actual, nos muestra que la relación entre el poder Ejecutivo y el Legislativo está crecientemente trabada y bloqueada” (La Tercera PM, septiembre 27, 2018). Lamentablemente, Eyzaguirre et al. hacen esa aseveración sin mirar datos. Desde 2006 —cuando entraron en vigencia las reformas constitucionales promulgadas por Ricardo Lagos en 2005, que aumentaron el poder del Congreso respecto al Ejecutivo— la tasa de proyectos de ley presentados y de leyes promulgadas se ha mantenido estable. Entre 2006 y 2010 se presentaron 2.619 proyectos de ley —y en los periodos siguientes, 2.334 y 2.277 respectivamente. El número de leyes promulgadas en cada periodo también ha sido similar (345, 337 y 279 respectivamente). La caída observada en 2014-2018 se produjo, por cierto, en el único periodo en que el Ejecutivo tuvo mayoría absoluta en ambas cámaras. Luego, hubo mejores resultados en promulgación de leyes cuando los presidentes no tienen mayoría en el Congreso.

Como se sabe, si bien la mayoría de los proyectos de ley son presentados por legisladores (87,4% entre 2006 y 2018), la mayoría de las leyes promulgadas provienen de mensajes del Ejecutivo (61% de las 961 leyes promulgadas en esos 12 años). Respecto a los proyectos de ley que enviaron, los presidentes chilenos han tenido una alta tasa de éxito —el 69,8% de los mensajes de Bachelet en su primer periodo fue promulgado como ley, mientras que Piñera logró un éxito de 62,8% y Bachelet II tuvo una tasa de 59,6%.  Nuevamente, Bachelet tuvo menos éxito cuando la Nueva Mayoría controló con amplia mayoría ambas cámaras.

Como su crítica es que los presidentes no cuentan con mayoría en el Congreso, debieran proponer un sistema electoral que reduzca el número de partidos con representación y no una que induzca a mayor presencia partidista.

Eyzaguirre et al. también argumentan que “ningún Gobierno, sea de centroderecha o centroizquierda, pueda tener una relación fluida con el Congreso ni contar con una mayoría clara y permanente en él”. Como “relación fluida” es un concepto subjetivo, solo apuntaré que la Nueva Mayoría tuvo amplia mayoría en ambas cámaras entre 2014 y 2018. Si la relación no fue fluida, tal vez corresponda una autocrítica al que fue ministro encargado de llevar esa relación.

La batería de propuestas de reformas que plantean Eyzaguirre et al. incluye otras cuestiones tan creativas como cuestionables. Proponen cambiar el sistema electoral, pese a que el sistema actual entró en vigencia recién en 2017 —por lo que aún no podemos evaluar sus efectos sobre las relaciones ejecutivo-legislativo. Pero como su crítica es que los presidentes no cuentan con mayoría en el Congreso, debieran proponer un sistema electoral que reduzca el número de partidos con representación y no una que induzca a mayor presencia partidista.

La más creativa y cuestionable de sus propuestas es que, en caso de que ningún candidato obtenga el 50% de los votos en primera vuelta, el Congreso elija al Presidente. La justifican alegando que eso daría una “mayoría política” al presidente. Supongo que Eyzaguirre y sus coautores saben que el sistema que proponen estaba en vigencia antes de 1973. Pero eso no ayudó a que los presidentes sin mayoría electoral tuvieran una mayoría política solo porque el Congreso eligió al Presidente —por ejemplo, Allende.

El sistema político chileno funciona relativamente bien. Sin duda, algunos cambios pudieran ayudar a que funcione mejor. Las propuestas que se hagan debieran demostrar con datos, primero, que el problema existe y, segundo, que el cambio en el diseño ayudaría para mejor. Pero da la impresión de que Eyzaguirre et al. están buscando solucionar problemas que no existen, proponiendo sacarle los patines al sistema político actual para adoptar un sistema que, ya sabemos, funcionaría mucho peor.

Leer en El Líbero

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